
Cuando a finales de los 90 dejamos nuestra oficina principal en Madrid y empezamos a apostar por el teletrabajo todo parecía poco menos que una odisea.

No se puede continuar con la idea prefijada de que la mujer rural es la típtica mujer envejecida con el pañuelo negro, poco formada, muy trabajadora y completamente invisible tanto para su entorno como en las estadísticas.